La Fundación Nakua Zoku es un proyecto
colombiano para la preservación del saber ancestral indígena, acerca de las
plantas de curación y el arte chamánico de la medicina en Colombia.
El proyecto fue fundado en el 2001 con el
apoyo internacional de Dutch Foundation for Small
En abril del año 2016, la fundación Nakua
Zoku contó con el apoyo de la Universidad Nacional para realizar una
investigación centrada en el uso medicinal del Ayawasca (Banisteriopsis caapi)
bebida ancestral de los pueblos nativos amazónicos. La expedición tenía como
fin la Maloca (casa ceremonial) el Taita Querubín Queta Alvarado para
participar en una ceremonia de yagé. Sin embargo, ninguno de los participantes
sintió sus efectos en toda la noche, aparte de un intenso mareo y una fuerte
sensación de incomodidad. A la mañana siguiente, se le preguntó al abuelo por
qué había ocurrido esto, a lo que contestó contándonos una enigmática leyenda.
Cuentan los viejos que un tremendo diluvio inundó la
tierra, de manera que no quedaron mas que dos sobrevivientes: dos hermanos
varones que alcanzaron a subir a la cumbre de una montaña y guarecerse en una cueva
que estaba en lo mas alto.
Día y noche continuaban las lluvias, pero no
alcanzaban la cumbre, porque las montañas se elevaban sobre el nivel de las
aguas.
Al fin, después de muchos días, dejo de llover y un
hermoso arco iris apareció en el cielo.
Los dos hermanos se encontraron solos en un mundo
totalmente despoblado y silencioso. Tenían mucha hambre, pero no había nada
para comer.
Después de mucho caminar, regresaron a la cueva. Al
entrar sus ojos se deslumbraron al encontrar deliciosos manjares servidos
encima de una piedra. Disfrutaron de la comida y, recién cuando terminaron, se
preguntaron, quien sería el amable que les atendía de esa manera.
Varios días ocurrió lo mismo, y ya no podría de la
curiosidad e saber quien les traía tan ricos alimentos. Se escondieron a
esperan y asombrados descubrieron que dos hermosísimas guacamayas, aves de
vistosos colores, con rostro de mujer, traían en sus alas los alimentos y
preparaban la mesa.
Los hermanos atraparon a las guacamayas, las cuales se
convirtieron en dos hermosas mujeres que aceptaron casarse con ellos, estas dos
parejas sobrevivientes del diluvio, repoblaron la tierra de los Cañaris. Desde
entonces, los guacamayas son aves sagradas para los indígenas.
Al medio día, la compañía se preparó para
regresar a Puerto Asís. En la caminata la fotógrafa María José Molina registró
una secuencia de fotos de tres guacamayos. Según ella, lo hizo únicamente para
tener el recuerdo del viaje. También fotografió vegetación nativa. Una semana
después, tras digitalizar las fotos en su apartamento en Bogotá, Molina quedó impactada. Tras observar detenidamente la secuencia de 5 fotos de guacamayas, llegó a la conclusión de que había registrado a un espíritu. En uno de los tres pájaros aparecía el rostro de una mujer anciana. Molina sin embargo todavía se pregunta por qué razón ella no lo lo vio cuando tomó las fotos. Las cámaras pueden captar coas que el ojo humano no alcanza a percibir.
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Photo: María José Molina |
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Photo: María José Molina |
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Photo: María José Molina |
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Photo: María José Molina |
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Photo: María José Molina |
Una foto que estaba separada de esta secuencia, fue la más reveladora de todas. Esta vez aparecía la guacamaya- abuela sola. Al ver fijamente los ojos llenos de sabiduría ancestral, Molina no dudó. La leyenda que les contó el Taita Querubín se había plasmado de alguna forma completamente mágica en la cámara que ella llevaba. Las visiones que ella esperaba encontrar al tomar ayawasca, existen en todas partes y somos ciegos a ellas. El mundo está sumergido en la magia y en la espiritualidad, y nos comportamos como ciegos o niños que no entienden. Ignoramos que el mundo está lleno de espíritus, fantasmas, dioses, demonios. Creemos que nuestra pobre lógica es la verdad de todas las cosas del universo. Pero incluso un objeto creado por la tecnología como lo es una cámara, nos muestra que el mundo no es lo que nos muestran nuestros sentidos. Nuestros sentidos no nos conectan con la realidad, solo nos protegen de ella, nos mantienen encerrados en una burbuja a la que llamamos verdad.
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Photo: María José Molina |